EL pasado sábado la consejera de Presidencia de la Junta de Andalucía Mar Moreno acusaba al Partido Popular (PP) de usar los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) de "muletilla" para ir a las autonómicas. Según la consejera, el escándalo de los ERE es munición electoral utilizada "de manera torticera todos los días" por un PP falto de "coraje político" para desgastar al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ante las elecciones de marzo.
Justo dos días después podíamos leer en diarios de tirada nacional la noticia brutalmente traumática para el PSOE y escandalizadora para los ciudadanos. "Las subvenciones de la Junta se gastaban en cocaína", "Francisco Javier Guerrero le llegó a comentar a su chófer 'la potestad que tenía como director general de Empleo para conceder ayudas indiscriminadamente y sin necesidad de justificar nada", se destacaba bajo él. "El chófer del ex director general de Empleo de la Junta, imputado en el caso de los ERE fraudulentos, dijo a la Policía que parte de los 900.000 euros que cobró los destinó a comprar cocaína para su jefe y a ir de fiestas y copas", se escribía en el arranque de la información.
El escándalo de los ERE fraudulentos se está convirtiendo en un sainete poco edificante, en particular para los andaluces que asisten asombrados a un espectáculo que ya no sólo incluye la sospecha fundada de una estructura de corrupción institucionalizada en la Junta, sino que apunta al derroche y malversación de fondos públicos en juergas y drogas. Cabe la opción de seguir mirando para otro lado, como están haciendo el ex presidente Chaves y el actual responsable del gobierno andaluz, José Antonio Griñán; se puede volver a negar todo, como ha hecho una vez más Elena Valenciano, o se puede tirar de falso victimismo y decir de que esto es un ataque contra Andalucía y los andaluces.
Los andaluces ya han padecido bastantes años a un Gobierno incapaz de colocar a Andalucía en la senda del verdadero progreso. Lo que estamos conociendo ahora no es más que la consecuencia lógica de una forma de entender el poder que ha confundido sistemáticamente lo privado con lo público, ha sometido el bien común a los intereses particulares y ha hecho de las redes clientelares su modus operandi más habitual.
Un escándalo de corrupción sumado a otros escándalos que afectan al PSOE, al PP y hasta, colateralmente, a la Casa Real. Parece que lo de la corrupción ha vuelto a convertirse en una pandemia nacional, como en los oscuros años del "pelotazo". Pero en política el refranero no sirve. Ni el mal de muchos es consuelo de tontos, sino mal para todos; ni una mancha borra otra mancha, sino que lo empuerca todo más. Y no olviden, quienes agiten gürteles, palmarenas y urdangarines para tapar los ERE, que no estoy hablando de Valencia o de Mallorca, sino de Andalucía.
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