dimecres, 18 de juliol del 2012

La gran mentira, Hacienda somos todos



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Hace quince días finalizó -2 de julio- el plazo para la Declaración de Renta 2011, para algunos la declaración les supone una alegría porque se les devuelve una cantidad de dinero que ya han adelantado durante este año, para otros un palo por todo lo contrario.

El monstruo de Hacienda se vuelve contra nosotros mismos. Nosotros, los pobres ciudadanos de a pie, la aceptamos, la impulsamos, la veneramos, cuando nos creíamos que éramos todos, que contribuíamos entre todos proporcionalmente para hacer caja común y que España era una enorme comunidad de vecinos.

Cuando todavía estábamos convencidos de que cada ciudadano aportaba una cuota justa, solidaria y adaptada a los distintos y distantes poderes adquisitivos, para mantener todo eso que ha ido entrando en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en los últimos años: la Sanidad, la Educación, el empleo, los subsidios de paro, las infraestructuras necesarias, los gastos administrativos imprescindibles, el personal público suficiente, la presumible austeridad de nuestros gobernantes.

En definitiva: un Estado humilde pero honrado; unos recaudadores exigentes pero equitativos; unos inspectores sin dobles varas de medir, sin capacidad de negociación con los fuertes e inhumana inflexibilidad con los débiles.

Hacienda es una de las grandes mentiras de la democracia en las últimas décadas. Arrasa en caza menor, en el tiro a los pobres contribuyentes que caemos como conejos, con nuestras humildes cuentas intervenidas por decreto y los cuentos de nunca acabar de sanciones, y sanciones de sanciones, y apremios y embargos de míseros bienes que aseguraban un poco de pan para el mañana. Ah, pero en cuanto se anuncian o se reclaman las monterías de caza mayor, se ensucian en los pantalones piernas abajo.

El problema es que salimos de la dictadura de Franco y entramos en la dictadura de partidos políticos o lo que es lo mismo ladrones de guante blanco.

Si la Fiscalía General del Estado, los Magistrados del Supremo y del Tribunal Constitucional tuviesen conciencia, no permitirían que un cerebro electrónico, el gran computador que ahora está a las órdenes del ministro Cristóbal Montoro, Partido Popular (PP) se constituyese en juez y parte.
 
¿Saben lo que cuesta un contencioso? ¿El tiempo que se pierde con los funcionarios androides de la Agencia Tributaria? ¿Que tiene uno que demostrar su inocencia ante un impreso que le declara culpable? ¿Qué si un contribuyente quiere defenderse, le dan plazos tan cortos de tiempo, bajo amenaza de sanción tras sanción, que se acaba siempre tirando la toalla? Hacienda me recuerda al abusón de clase de cuando iba al colegio de pequeño.

Hacienda se pasa por el arco de triunfo la presunción de inocencia, el derecho a la propiedad ajena, el espíritu de la Constitución, que jamás debería permitir el "despojo preventivo" mediante una sentencia administrativa de culpabilidad meramente burocrática.

¡Ya está bien! Los hogares de millones de españoles son archivadores gratuitos de Hacienda, con patente de corso para exigirte comprobantes de los últimos cinco años de una vida. Su ministro de turno, ahora Montoro, antes Salgado, Solbes, Boyer y Solchaga, son como Tomás de Torquemada de una Inquisición que puede enviar a la hoguera la vida de cualquier ciudadano.

Justo es que paguemos todos a la Hacienda Pública, pero desgraciadamente tenemos tal manada de sinvergüenzas que al final solo pagamos los justos y no los pecadores, con lo cual ya no es tan justo.