Quien nos iba a decir que veríamos a José Blanco en un fregado como éste y que tomaría su propia medicina, y vería cómo aquellos dirigentes del Partido Popular (PP) que hace meses recitaban de corrido y sin convicción la necesidad de respetar la presunción de inocencia de Francisco Camps, hoy se escandalizan al ver que Blanco no presenta su propia dimisión ante su implicación en el caso Campeón.
Blanco era entonces el azote del PP, de los que se aferraban a la poltrona y de los que, como Rajoy, lo permitían. Hoy es el acusado. Y la amnesia se apodera de él, que olvida lo de la mujer del César, y de los populares, ¿presunción de inocencia? Ninguna.
El asunto es chusco, un ministro se entrevista con un empresario en una gasolinera. El empresario, encarcelado, canta y acusa a todo el que se mueve de aceptar sus sobornos a cambio de subvenciones. Hubo subvenciones, sí, pero las concedió la Xunta, no el Gobierno central.
Y hubo entrevista en la gasolinera. Blanco lo admite. En eso se diferencia de Camps, que dijo no conocer al Bigotes y luego se tragó una grabación en la que confesaba al bigotes amigo. Para que no falte un poco de perejil, el abogado del empresario que acusa a Blanco es el que defiende a algunos procesados por Gürtel, y que Blanco ha machacado.
Sin embargo, lo más doloroso para Blanco debe de ser ver cómo, desde su propio partido, no ha habido una salida en tromba a defender su honorabilidad. No como el PP entendió la defensa de los suyos con Gürtel. A Blanco lo han defendido con tibieza unos, con torpeza otras y unos terceros se frotan las manos.
Creo en mi modo de entender, que lo mínimo que debería de hacer Blanco sería “dar explicaciones” ya que es un Ministro y no puede generar este tipo de dudas respecto de sus actividades públicas.
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