dijous, 28 de gener del 2010

Adultos antes de tiempo

  adolecentes fumando

Nos encontramos con una generación que quiere vivir demasiado deprisa. Abandonan la infancia antes de tiempo y convierten el tabaco, el alcohol y el sexo en sus juguetes preferidos. Internet y la televisión adoptan el rol de los nuevos educadores.

Vivimos en una sociedad cada vez más permisiva con todo. Los niños dejan de serlo a edades, cada vez, más tempranas y empiezan a imitar las actitudes de los modelos sociales que les llegan a través de los medios. Esta realidad se refleja en la demanda de juguetes, que corresponde a un periodo de tiempo cada vez menor, comenzando a ser sustituida a partir de los 10 años por videojuegos o productos tecnológicos.

Los jóvenes debutan en sociedad a los 13 años, algunos incluso antes. En ese momento, un 80 por ciento ya ha tonteado con el cigarrillo y tan sólo un año después empiezan con las copas, según las estadísticas del Ministerio de Sanidad y Política Social.

"Cuando se consume alcohol por debajo de los 18 años se multiplica por cuatro la posibilidad de sufrir adicción en una etapa más madura", puntualiza Javier Romero, director del Instituto CEU de Drogas y Conductas Adictivas.

La falta de tiempo y dedicación de muchos padres a sus hijos es otra de la causas que acelera el proceso."Hay ausencia de “vitamina T” en las familias. Los chavales carecen de momentos con sus progenitores y eso les hace más propensos a buscar lo que les falta en los grupos de amigos", añade Paulino Castells, doctor en Medicina y Psiquiatría. Además, este experto subraya que esta precocidad se traducirá en crisis depresivas y estados de ansiedad en la edad adulta.

Si los pequeños empiezan a juguetear con el cannabis pueden llegar a padecer algunos daños irreparables como la pérdida de memoria y capacidad de concentración. Esto ocasionaría fracaso escolar, y problemas de conducta, como agresividad, apatía, disminución del apetito o insomnio.

Quemar demasiado rápido cada etapa de la vida trae graves consecuencias a largo plazo. Realmente, ¿merece la pena pagar ese precio?