dimarts, 3 de maig del 2011

¿Por qué tanto odio?

  tapiz del beato juan pablo II

Algunas personas vomitan su bilis contra Juan Pablo II, parece que a los tentáculos de la izquierda mediática se le ha atragantado la beatificación del Santo Padre celebrada el pasado domingo en Roma.

Si hace apenas unos meses el titiritero a sueldo de Roures, el Gran Wyoming (no lo olvidemos, burgués renegado, progre de salón e hijo de un destacado miembro del Opus), que llegó a calificar al propio Karol Wojtyła de "aprendiz de Harry Potter" hoy, es el altavoz del socialismo más enquistado en las catacumbas del odio y la radicalidad más cruenta, el periódico digital (sic) dirigido por el ex falangista y popular colaborador de La Noria Enric Sopena, el que vomita sus bilis sobre la histórica cita que ha reunido a la gran familia católica en la Plaza de San Pedro de la capital vaticana.

Para evitar regalarle visitas a la consabida web de marras, plasmare algunas de las perlas que el panfleto de Sopena nos obsequiaba ayer en portada. Y que reproduzco literalmente.

"¿Puede un Papa que protegió a un pederasta ser santificado? Juan Pablo II, sí".

"La beatificación de Juan Pablo II, con más sombras que luces, se ha celebrado este domingo con una ceremonia a la que han asistido personalidades de 87 países. La opulencia del acto, sin embargo, no ha podido tapar las dudas alrededor de la validez del milagro de curación que se le adjudica al anterior Papa, pero sobre todo su lado oscuro estigmatizado por una estrecha amistad con el pederasta Marcial Maciel, que continuó a lo largo de su vida, a pesar de las advertencias sobre sus condenables prácticas".

"Sin embargo, la escasa credibilidad del milagro que se le atribuye no es la única sombra que se cierne sobre la beatificación. Juan Pablo II impuso la ley del silencio frente a las acusaciones de pederastia contra su amigo, el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, un silencio del que también fue cómplice el actual Papa".

La caída del comunismo, a la que contribuyó más que activamente el Sumo Pontífice, y la magnitud de la figura del recordado Juan Pablo II, parece que siguen escociendo en sobremanera a algunos incluso seis años más allá de su muerte.

Es muy fácil con lo que pienso responder a Enric Sopena y a todos los que piensan como él, pero por respeto no lo voy a hacer con palabras, sino con aquello que tanto le gustaba al hoy beato Juan Pablo II, y que tanto irrita a todos estos personajes.