La percepción que fuera de Cataluña se tiene de la jornada de consultas del 13-D es que ha sido un fracaso, y este hecho ha supuesto un alivio para muchas instituciones españolas, entre ellas, para el Tribunal Constitucional (TC).
La convocatoria simultánea en 166 municipios de Cataluña de consultas sobre la independencia, fue recibida en esas instituciones, y también en los ambientes relacionados con el TC como una advertencia.
Los magistrados partidarios de aplicar al Estatuto catalán un recorte de importancia, tenían miedo de que una demostración de fuerza independentista en Cataluña reforzara las presiones que están recibiendo para evitar una sentencia contraria al texto recurrido.
En Madrid esperaban el 13-D con la respiración contenida. Pero los resultados finales, sobre todo el dato de la participación, supusieron la vuelta a la tranquilidad: el independentismo no era tan fuerte como parecía.
Además, las reservas que pudieran existir en los ambientes políticos y judiciales madrileños desaparecieron cuando comprobaron que los propios dirigentes que habían promovido las consultas entraban al día siguiente en una dinámica de enfrentamientos y divisiones.
Los magistrados del Constitucional contrarios al Estatuto han visto de esta manera el campo despejado para intentar imponer sus tesis y dar el golpe definitivo al texto del Estatuto. Y este impulso de los sectores más conservadores del Tribunal está favorecido por el hecho de que ha desaparecido el argumento del miedo.
Ahora, ni esos sectores tienen miedo a la eventual reacción en Cataluña contra una desnaturalización del Estatuto, ni el miedo a esa eventual reacción sirve como argumento de presión sobre los magistrados conservadores. El 13-D ha abierto, aún más, la puerta, al recorte del Estatuto.
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