Al ex director del Centro Nacional de Inteligencia, Alberto Sáiz, ningún miembro del Gobierno le dijo que debía dimitir. Le bastaron las “señales de humo que tanto el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, como la ministra de Defensa, Carme Chacón, le enviaron en forma de un apoyo sin convicción y la apertura de una investigación interna para que cogiera onda y presentara la dimisión la semana pasada.
Pero ocurrió que la dimisión de Sáiz se hizo pública el mismo día en que el Gobierno anunció la prorroga por dos años del momento del cierre de la central de Garoña, dos noticias que ocultaron el primer buen dato económico del que podía presumir el Gobierno en mucho tiempo, el descenso de 55.000 parados inscritos en las oficinas del INEM.
En medios socialistas preocupa precisamente, que el Gobierno haya perdido el control sobre los tiempos de la información y que la buena noticia del paro se haya solapado con otras dos malas para los intereses el Ejecutivo, aunque hay quien disculpa el hecho de que la dimisión de Sáiz se conociera el jueves, porque el nombramiento de su sustituto, el general Félix Sánz Roldan debía hacerse en el consejo de ministros del pasado viernes y no se podía esperar otra semana más con Sáiz en la picota.
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